Estampas (X): Las casas y las calles abiertas

Una casa es una zona privada que sólo conocen nuestros familiares y amigos. Disponemos de ella con actitud rutinaria y sólo le hacemos un espacio al juego y los colores para los cumpleaños y las fiestas de fin de año. En la Muestra Ambulante, asistimos a una exposición de lámparas orientales en un baño; vimos medias, repasadores y servilletas con mensajes colgar de una soga dispuesta en una cocina, nos peinaron y maquillaron en un living; vimos las fotografías de una familia en sus primeros años, fotos que sólo conocían los más allegados, expuestas en un garaje. Construimos y miramos imágenes a través de cámaras oscuras, le pusimos el aroma al barrio; observamos la realización de dibujos del tamaño de una pared realizado entre chicos y grandes. Vimos cómo se construye una programación de televisión comunitaria y alternativa; escuchamos música en las calles y en la carnicería, leímos frases literarias en las ventanas, miramos fotos de marchas y luchas, fotos artísticas en comercios y garajes, videoarte, hicimos melodías extrañas y atractivas. Y muchas cosas más que son imposibles de enumerar porque cada registro visual y sensitivo tiene su propio protagonista. Sobre todo, había que perderse entre las adoquinadas calles del barrio Meridiano V, hacer zigzag por las veredas y animarse a entrar en las casas y en sus garajes, participar de eso que pasaba al caer la tarde, mirar el mapa y confundirse, crear otro, avanzar y volver sobre nuestros pasos. Había que inventarse oficio de aventurero o vagabundo, ponerle nuevos nombres a eso que creímos y creemos conocer. Había que ser un buscador de canciones, de juegos, de lugares, de paisajes, de aromas que nos configuren los pensamientos y las sensaciones. La Muestra Ambulante fue una experiencia en la que significamos las cosas habituales: esa calle que recorremos con indiferencia; esa casa de la que sólo conocemos la fachada, sus ventanas, sus garajes; los espacios privados convertidos en lugares públicos y donde el arte, que es la mirada más posible y más certera, nos interpele.
Y aún así, esto es contar un poco o nada. La verdadera narrativa está en las experiencias que se vivieron. En el encuentro y la celebración.

Texto: Jésica Delgado / Foto:

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